GILBERT GARCIN, La Ciotat, Francia 1929. Mister G. es un compendio de imágenes publicadas en su último libro bajo ese mismo título y editado por Filigranes. Sus imágenes están confeccionadas con la dedicación del artesano y el talento del poeta: recorta fotografías de sí mismo y las pega en pequeños decorados en los que recrea un universo irreal que ofrece claves para entender la vida y nuestro mundo. Pegamento, tijeras, una cámara y un derroche de talento. Y como artista es joven: comenzó al jubilarse como vendedor de lámparas. Acaso por ello sus imágenes se inspiran en el cine primitivo, pero Garcin es sobre todo un surrealista que se acerca a la magia onírica y melancólica de Meliès. Creador vigoroso, escribe una suerte de "biografía ficticia" que es al mismo tiempo un tratado poético y nada solemne sobre la condición humana. "Comenzar a los 65 años tiene muchas desventajas, y una sola ventaja: la experiencia vivida", comenta el artista.
TOSHIE ITABASHI, Tokio, Japón 1974. Contemplando sus esculturas aquello que más llama la atención es ver, como sin abandonar la talla de piedra, parte de su obra de dimensiones más considerables esta tallada en madera. Esto resulta emblemático. Pues la fuente, el origen de las maderas de pino “melis” que Toshie trabaja están extraídas de casas abandonadas, de derribos de nuestra ciudad. Esto que también se puede entender como un ejercicio de reciclaje ambiental, resulta doblemente trascendental cuando sabemos que Toshie proviene de una familia de arquitectos japoneses que se remonta a siete generaciones. Una tradición, la arquitectura tradicional japonesa que utiliza principalmente madera tallada en su cuerpo estructural y ornamental. Por lo tanto, no debe sorprendernos la facilidad y la ductilidad que toman estas vigas en las expertas manos de Toshie Itabashi. Otro factor a destacar de sus nuevos trabajos es el uso de la lana y el hilo como material. Estos se presentan a veces cosidos, otras veces solo hilados, sobre las tallas de madera y de piedra. Este uso que pudimos contemplar de manera germinal en su última exposición en la Galería Hartmann de hace tres años, ha alcanzado gran interés e importancia en esta nueva exposición. La lana y el hilo, tradicionalmente más relacionadas con las artes menores guardan un estrecho vínculo simbólico y también tácito con lo femenino. Como oficio y también como metáfora de la maternidad, de lo cálido y la protección, el hilo y la lana actúan formalmente y nos enfrentan ante un juego de contradicciones y, paralelamente, de complementariedades. Resulta como si Toshie nos estuviese expresando no solo la existencia de los contrarios, sino también, el principio taoísta sobre la necesidad de que estos se unan para que las cosas acaben de funcionar. Por otro lado, a menudo la lana se presenta como una sutura sobre la apertura natural de la madera, expresando la necesidad de curar una herida o, porque no? expresando las virtudes curativas del arte que convierten al artista, en palabras de Jesús Martínez Clarà, “en un/a guía intuitivo del alma humana”.
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